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20 ago 2014

Seis es más que treinta

Los hinchas de San Lorenzo estamos viviendo un momento impresionantemente hermoso en nuestras vidas. Si espiamos un poquito el pasado cercano, no yéndonos más que dos añitos y algo para atrás, recordaremos aquella sensación que nos pasaba por el cuerpo en el cual, cada fin de semana teníamos una cita con el corazón y con el sufrimiento al mismo tiempo. El dolor de ojos constante que teníamos viendo al equipo jugar de forma horrible y casi constantemente terminar dejando puntos ya sea en partidos complicados o bien en partidos perfectamente ganables. Resucitábamos a cualquier muerto y terminábamos viendo al equipo salir cabizbajo una vez tras otra. Con jugadores que no rendían al nivel que podían rendir y en las tribunas contrarias la gente vestida con el fantasma de la B y se burlaba de nuestras desgracias. El partido contra Independiente que nos dejó al borde del descenso directo y el partido contra San Martín de San Juan, que comenzábamos perdiendo y parecía que la B se nos venía encima. Pero apareció el empate de Carlos Bueno y desde el mismo instante en el año 2012 hasta el presente, todo fue cuesta arriba.
El Club pasó de estar varios años a cargo de ladrones e incompetentes, a tener una dirigencia seria y que se preocupa por el bien del Club y no por el bien individual. Se afianzó la Vuelta a Boedo y fue creciendo (quizá es el único punto que hoy en día está un poco estancado y que deberíamos, entre todos, hacerlo subir). Comenzamos a ver al equipo jugar al fútbol nuevamente y que ya no nos duelan los ojos en cada partido. Y lentamente fuimos subiendo y subiendo en la tabla del descenso y esto implicó ir acumulando puntos en la tabla general. Y así llegó el Campeonato ganado en el 2013. Pero ese Torneo Inicial 2013, para los Cuervos, más que la alegría de salir Campeones, lo que nos provocaba era una alegría mayor ya que sabíamos que volvíamos a jugar esa Copa que teníamos atravesada y que nos venía esquivando cada vez que nos presentábamos a jugarla. Y unos meses después comenzó el sueño. Ese sueño que, al comienzo de la Copa, recuerdo que me dijeron que las páginas de apuestas nos daban como octavos en el ranking de posibilidades de ganarla. Y la verdad que el equipo no comenzó bien y terminamos entrando a la fase de eliminación directa por la ventana (terminando en la posición 15 de los 16 equipos clasificados). Y lo peor, nos tocaba enfrentar al equipo que, por lo que pude ver en el resto de la Copa, era el que mejor jugaba al fútbol de todos los que quedaban. Y llegaban a nuestro Nuevo Gasómetro como claros favoritos. Pero San Lorenzo ahí fue cuando sacó pecho y le plantó guerra a los brasileros del Gremio que se fueron para Brasil con una derrota que me parece, no entraba en sus planes. Y lo que menos se imaginaban es que San Lorenzo allá les haría un partido inteligente y los llevaría a los penales. Y ahí apareció San Torrico y la puntería de nuestros jugadores pateando desde los 12 pasos para sacarnos de encima el hueso más duro de roer. Luego vino un Cruzeiro que se sabía que era un equipo fuerte pero no tanto como lo había sido el Gremio. Y San Lorenzo lo supo pasar sin muchos sobresaltos (obviamente alguno si, sino no estaríamos hablando de San Lorenzo). Y llegó el parón del mundial. Muchos se quejaron y dijeron que nos perjudicaba y pusieron el grito en el cielo... la realidad es que el equipo llegaba muy cansado y con algunas lesiones leves, con lo cual el parón, a mi modo de ver, nos vino muy bien. Nos sacamos de encima un jugador que dentro del campo rendía relativamente bien pero como persona dejaba mucho que desear (y esto sabemos que es perjudicial para el ambiente del vestuario... recordemos sino a Rivero) como lo fue el colombiano Valdés y tuvimos una mala noticia con la operación urgente de Correa, pero por lo demás logramos recuperar físicamente al equipo y en particular a Mercier y Piatti que habían terminado con una mínima lesión en los partidos previos al mundial. Luego vino algo a lo que San Lorenzo no nos tiene acostumbrados. Un 5 a 0 a los bolivianos y a jugar en la altura con un buen respaldo de goles. Y llegó la final. Lo más hermoso que puede tener una final es poder definirla en tu cancha y, para que pueda ocurrir eso, San Lorenzo tenía que jugar la final si o si contra el único equipo que quedó peor posicionado en la clasificación a la segunda fase, de lo contrario el primer partido lo jugaría en el Pedro Bidegain (como había jugado contra los anteriores tres equipos) y la vuelta (donde se define la Copa) de visitante. Y hasta eso salió bien ya que, el único equipo que nos permitía poder lograr eso fue el que llegó a la final. Y fuimos a jugar a Paraguay ante una multitud que acompañó al equipo desde las tribunas, para poder volver con un empate que nos dejaba la posibilidad de poder definirlo en el Nuevo Gasómetro ganando simplemente con la mínima diferencia.
Y acá es donde estaríamos a punto de llegar al punto más alto a nivel palmares del Club. Y aquí es donde la peña Osvaldo Soriano, como casi todos los partidos de la Copa Libertadores, nos organizamos nuevamente para poder juntarnos y ver el partido en familia sanlorencista. El día era un miércoles que al día siguiente se trabajaba. El horario era asesino ya que el partido comenzaba a las 2:15hs de la madrugada. Pero los peñistas que quedábamos en Madrid (algunos habían viajado a Buenos Aires o estaban de vacaciones por algún otro lugar) nos juntamos en Boedo Bar. Pero esta vez la concurrencia fue superior. Varias personas nuevas habían acudido al local a ver el partido en el cual se podía lograr el éxito anhelado. Y el partido lo vimos un total de treinta personas que festejamos el logro de la Copa Libertadores de América y el éxito del Club Atlético San Lorenzo de Almagro.
La semana continuó sus días y, cuatro días más tarde, San Lorenzo jugaba su primer partido del campeonato local. Esta vez jugaba un domingo (día no laborable) y a las 20:15hs, un horario más que bueno para poder ver a nuestro querido Ciclón. Y la concurrencia de esa noche, noche en la cual no se festejaba el éxito, noche en la cual aquellas personas interesadas en las buenas y dadoras de la espalda en las malas no encuentran sentido a estar presentes... fue de seis personas.
Por eso, aunque las matemáticas me digan lo contrario, yo estoy seguro que seis es más que treinta.

Damián.

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