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20 may 2014

Ganar la Liberadores…

Habrá que esperar dos meses, así como también mérito, suerte, esfuerzo y fortuna. Así, se tendrá la ansiada Libertadores. Una vez pasada esa etapa, no viene la Intercontinental o el Mundial de Clubes, sino que ahí se habrá ganado la ‘Liberadores’. Conseguir la ansiada copa será para San Lorenzo la culminación de una etapa, el fin del qué-dirán y de que terceros fijen tus objetivos.

Como ningún otro equipo en la Argentina, San Lorenzo fue preso de la opinión de terceros: el descenso, la cancha y la copa. A partir de ahí, se movió obsesivamente en pos de callar ese cántico de la hinchada rival.

Primero fue el descenso del ’81. San Lorenzo llenó estadios, salió primero de punta a punta del torneo y dejó mudo a todo el fútbol local. El estigma de la B siguió hasta que River e Independiente bajaron recientemente. Jugar en el ascenso fue un dolor, pero también una demostración de grandeza, de cómo caer y levantarse con mayor fuerza. Ante el cántico rival, nunca defendemos nuestra grandeza, mientras que Racing subió recién en su cuarta chance de ascenso, Independiente quizás lo haga lastimosamente en su tercera vacante y River lo hizo agónicamente en la última fecha. Con nuestra grandeza no logramos hacer que la chusma no nos afecte.

Segundo fue la falta de estadio, que fue previo al descenso pero que se marcó más con la ocupación del predio por Carrefour. Fueron años de escuchar cánticos y burlas, mientras no se tenía un estadio. Pasados menos de 15 años y una hiperinflación, San Lorenzo volvió a jugar de local en propio estadio, más alejado e inseguro, pero en el estadio más moderno de la Argentina (hasta la llegada del Único). Los sanlorencistas, muy contentos y felices, pero algo faltaba: no era lo mismo, porque no era en Boedo y porque estaba el estigma de Carrefour. Así Boedo se transformó en la tierra prometida e injustamente se trata al Nuevo Gasómetro como a una buena madrastra: será buena, alegrará a tu padre, aliviará la falta maternal, pero en definitivamente no es tu mamá ni lo será. El cántico rival estará y Carrefour quizás se vaya, pero ya con el Nuevo Gasómetro el logro de San Lorenzo fue épico e increíble. Con nuestra grandeza no logramos hacer que la chusma no nos afecte.

Tercero fueron los logros internacionales. La Libertadores del ’88 no se jugó con la presión actual, porque la deuda pendiente era la cancha. En la mente gustaba la idea de vivir algo parecido a lo que tuvo River en el ’86, pero sin tanta angustia como a partir del ‘95. A partir de una década en que Vélez ganó, River repitió y Boca multiplicó, San Lorenzo pareció quedar muy atrás en la agenda internacional. Es más, hasta Central y Lanús habían ganado una Conmebol y el recuerdo de la gira del ’46 era muy lejano. Se planteó obsesivamente algún logro afuera. Primero fue esa complicada y merecida Mercosur, que la chusma desmerece porque se discontinuó. ¿Acaso Racing no sigue gritando el gol de Omar Catalán en la Supercopa del '88? Ya sin esa fuerte presión, la primera Sudamericana se jugó con mayor tranquilidad y orgullosamente se logró ese título. Ahora la chusma alude a que no jugaron equipos brasileros, pero nosotros no logramos callar con buenos argumentos. ¿Acaso Independiente, Estudiantes y Boca no lograron varias Libertadores entrando directamente en las semifinales? Imagínense ahora, en lugar del Bolivar, tener que jugar con un equipo que tuvo un cronograma mucho más liviano que el nuestro. Volviendo a la historia, cuando San Lorenzo la jugó la Libertadores sin obsesión, llegó siempre a la semifinal; a partir de ahí, con la presión de ganarla, se jugó ocho veces y solamente dos llegó a cuartos de final. Otra vez, con nuestra grandeza no logramos hacer que la chusma no nos afecte, pero todavía falta un paso más: el de nuestra obsesión.

En fin, lo que se demuestra aquí es que los demás marcaron la agenda de San Lorenzo de los últimos 30 años. Ganar la Libertadores abriría la puerta a objetivos sin obsesiones: ganar más estrellas locales, participar internacionalmente sin angustias, ampliar la brecha con Boca y achicarla con River, y por qué no, volver a Boedo.

Quedan dos meses de espera. Habrá que esperar que se logre. pero su consecución debería ser el fin de una etapa: del qué-dirán al qué-queremos. Más que nada, la Libertadores nos liberará. Después de la Copa, no viene la Intercontinental ni Recopa, sino que la ‘Liberadores’.


M.G.

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