Cuando
en el final del 2006 decidí hacer una llamada pública para ver si
armábamos una peña en Madrid aparte de pensar en el poco o mucho éxito
de la convocatoria me daba vueltas en la cabeza cual sería el lugar
adecuado si un buen día llegaba la ocasión de conocernos y fundarla.
Mi
idea como viejo vecino de Madrid era buscar un lugar céntrico para que
nadie se quejara de la distancia elegida pero sobre todo que tuviera
historia, que entre sus paredes hubieran sucedido cosas y anduvieran por
ahí los fantasmas de los puntos altos del viejo Madrid. No había duda,
era el Gijón o El Comercial y como el primero se ha puesto demasiado
caro y cajetilla no había duda. Además había metro en la puerta y estaba
bien céntrico.
A
decir verdad pocas veces más volvimos al lugar pero nos sentíamos como
si estuviéramos en el Dante, en el Bar San Lorenzo o en Las Violetas.
Nosotros vivíamos nuestra pasión sanlorencista sin importarnos si entre
los parroquianos había escritores, actores o gentes de la bohemia que
seguramente de haber conocido nuestras intenciones nos hubieran tomado
por locos o casi.
Ayer,
al volver de unas breves vacaciones mi hijo me hizo saber que había
cerrado el ante-último viejo café madrileño y ni siquiera pudimos
despedirnos. Queda el Gijón todavía pero ya dije que se puso caro y
turístico y vaya a saber cuando viene alguna multinacional y se lo
queda.
Madrid
como Buenos Aires ha tenido y tiene, aunque ya de formas diferentes,
mucha vida de café. Ahora se escavia más y de dorapa porque todo va más
de prisa y ya no nos detenemos a escuchar a los que la saben lunga, a
los que nos daban clases de política, filosofía o al delirante que traía
una fijota que no podía perder, al veterano que llegó a hablarnos de
Carricaberry y el Doble Ancho y que había seguido toda la campaña de
Farro, Pontoni y Martino en el 46. Hoy mucha gente va a tomar un café a
las carreras y si se queda, ojo porque puede mamarse y siempre de dorapa
que a mi, la verdad, no me gustó nunca porque yo me crié en la escuela
del café de Cobo y Centenera o frecuenté La Paz, el Ramos, conocí el
Dante y hasta La Richmod y Las Violetas que, por fortuna, se libró de la
piqueta o de la multinacional de turno.
Nuestra
peña, ya lo saben, creció, tuvo días de gloria con visitas de rango y
con gente del Ciclón que quiso conocer nuestro sótano o nuestra terraza
donde nos amasijamos con el Trucco o el Lunatti de turno y donde el 13
de agosto del 2014 vivimos nuestro momento más brillante rodeados de
desconocidos que nunca más volvieron o ni siquiera supimos sus nombre.
Gracias,
Café Comercial, en tus mesas pude conocer a los que aún siguen
cinchando por el pibe de la quinta, por La Vuelta a Boedo o los locos
que soñamos con un básquet como el de La Catedral. San Lorenzo late
también en Madrid, sin ruidos ni grandezas pero late. Fue en el
Comercial de la Glorieta de Bilbao 7 donde Martín tiró el nombre de
Osvaldo Soriano para nombre de la Peña y aqui, pese a todo y contra todo
seguimos cadeneros y esperanzados. Chau Comercial, te vamos a extrañar.
O.A.
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