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25 ene 2007

Soriano por Van der Koy

Soriano comenzó a escribir, fascinado por Jorge Luis Borges, en la soledad de su casa de Tandil. Se descubrió rápidamente como un autodidacta, poseedor del don de la palabra por amor a la lectura y por oficio de periodista surgido en la redacción del diario El Eco de su ciudad. Amante de la novela negra, de Raymond Chandler, Georges Simenon y Graham Greene, entre los gustos nacionales ostentaba, curiosamente -por diferencias de origen y clase-, una verdadera devoción por la obra y la persona de Adolfo Bioy Casares, un autor en sus antípodas. Hijo de un empleado de Obras Sanitarias, Soriano nació el 6 de enero de 1943 y falleció el 29 de enero de 1997, a los 54 años, víctima de un cáncer de pulmón.

"El Gordo" nunca tuvo el molde de un intelectual tradicional. Su personalidad seductora fue la mezcla de una infancia en calles de pueblos del interior y de una adultez en la gran ciudad ligada definitivamente a la literatura. Era un enamorado de la vida y un apasionado del fútbol. "A Osvaldo solo le importaba San Lorenzo y miraba con incomprensión y algo de desdén mis simpatías de porteño por Newell's. Nos unía Perucca, Pontoni, Martino y poco más. Sabía de su entusiasmo pero fui descubriendo su fanatismo con los años. En 1980 viajé a París, donde vivía su segunda época de exilio. Llegué a su apartamento por escalera en una vieja casona del barrio Latino. El baño era una pequeña habitación debajo de esa misma escalera, donde tenía pegado un póster gigante del equipo "Los Matadores" y clavada en la pared una vieja camiseta de San Lorenzo con la número 8. Vio mi cara de sorpresa y entonces pasó un largo rato contando cómo había conocido al legendario Oscar "Coco" Rossi y como le había arrancado ese trofeo que exhibía "en el lugar más placentero de la casa". Mi teléfono sonó desde 1997 siempre puntualmente los domingos a la noche: Osvaldo quería saber cómo había salido San Lorenzo y que chances conservaba. Tenía el fixture del fútbol argentino en París y se iba en conjeturas. De política casi no hablábamos".

Osvaldo Soriano, mucho más divertido, cuenta que exiliado en Francia en 1978 no podía salir y gritarle a un francés ganamos porque el tipo le diría felicitaciones y se iría. También escribió que cuando le contó a Cortázar que San Lorenzo se había ido a la B, Cortázar no lo entendió. "Ese día lloré como si se hubiera muerto mi vieja", escribió Soriano. Hasta el final, Osvaldo Soriano exhibió con orgullo la "hazaña" de no haber escrito nunca ni una línea por la mañana. Le sentía el gusto a la noche de tal manera que su reloj biológico dejaba de funcionar entre las ocho AM y las cuatro PM. "Yo vivo en el horario de los gatos", solía decir, y su relación con esos animales era, más que una simpatía, una integración al universo de la cofradía nocturna.

Soriano fue a las décadas del '80 y '90 lo que Roberto Arlt en los años '30: no sólo fue uno de los escritores más populares de la Argentina, sino el mejor en cuanto a comprender el alma nacional y el alma humana. Quedan sus libros, el hermoso recuerdo de su vida, su pasión por el pueblo, por las cosas populares, pero también por la justicia y su sentido de la ética. Y, claro, su gran amor: su hijo Manuel.

Poco antes de que Soriano muriera se murió la lagartija, una pequeña mascota que cuidaba Manuel, que lloró mucho y le hizo un tremendo entierro con ataúd y todo. Cuando su padre falleció, semanas después, Manuel escribió secretamente una cartita y la colocó junto al cuerpo de Osvaldo. Entonces le pidió, con enorme amor, que se la entregara a la lagartija en el cielo.

  • Van der Koy que era con quien mantenía correspondencia desde París y conocía el sufrimiento de Osvaldo por San Lorenzo. Fue un gran amigo.

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